Este tema surgió en los años 50´s, cuando algunos consumidores empezaron a suponer, que los artículos que consumían tenían mínima calidad en sus materiales, con la finalidad de acortar su vida útil para después desechar y comprar de nuevo.

En el automovilismo este mismo sentimiento persiste en la actualidad cuando algunos conductores, voltean a los autos antiguos y se preguntan; ¿Por qué después de tantos años los autos viejos aún funcionan prácticamente a la perfección? sin considerar el bajo costo en refacciones y la facilidad de sus reparaciones.

Pareciera una carrera inalcanzable de los fabricantes, por seducir al consumidor con nuevos diseños e innovadores sistemas implementados en los autos, prácticamente un auto nuevo, limita al consumidor a personalizar su auto y los accesorios compatibles generalmente solo los tiene la agencia, como si la consigna fuera que el propietario no esté satisfecho al 100% con su auto.

Aunado a esto, las constantes fallas de vehículos de última generación después de un corto tiempo de antigüedad (comparado con los autos de los años 50´s), generan gran costo para los propietarios. Los sistemas implementados en autos actuales, pareciera que únicamente las puede solucionar la agencia mediante un escaneo y en ocasiones la única solución es adquirir un auto nuevo.

La realidad es que entre más gaste el consumidor, más se activa la economía de un país, el problema es que este sistema genera más desechos y contaminación. No es casualidad que la República de Cuba cuente con uno de los parques vehiculares más antiguo del mundo y por consiguiente, es uno de los países que menos contaminación ambiental genera, aun cuando sus vehículos no son eléctricos, híbridos, ni cuentan con catalizadores. Esto se debe a su sistema de gobierno, que no depende del consumismo para activar su economía.